junio 23, 2009

Me quedo en los 40

Hoy soy una mujer que se impuso ser feliz, acabo de cumplir cincuenta años, la mejor edad del mundo. Ya puedo pensar y decir lo que me dé la gana sin que nadie me critique, porque siempre, o casi siempre, voy a tener la razón. Y si no fuere así, que más da.
Hoy estoy en mi mejor edad.

Amanecí entrando a una nueva década de mi vida, y me siento plena, tranquila y conforme con lo que he vivido, pero, sobre todo, feliz, muy feliz, súper feliz… “¿Feliz?”
Y lo mejor que tengo, es el conocimiento, me lo sé todito de la vida….nadie me engaña muy fácilmente….tengo una sabiduría a toda prueba:

Porque, vamos a ver:

Soy una experta en política: ¿Qué mujer a esta edad no ha vivido varios cambios de gobierno?

Soy una tremenda economista: ¿Cuántas crisis financieras de la economía mundial, nacional y doméstica habré visto yo pasar?

Soy chef de alta cocina: ¿Cuántos programas de TV me han dado esta maestría que tengo, esperando noches enteras frente al televisor?

Soy Licenciada en Psicología: ¡Hay Dios!, esa adolescencia de mis hijas... En este periodo tuve que apelar a las palabras más pedagógicas, hasta los gritos más callejeros… Pero salieron excelentes. ¡Gracias a Dios!

Soy graduada en primeros auxilios: ¿Cuánta experiencia acumulada en catarros, fiebres, golpes y brazos rotos?

Soy la mejor Madre: Porque a esta edad una se vuelve tan Madre… que pasa de ser la Madre de sus hijas, a la Madre de su madre, y a la Madre de su marido… Y después a la Madre de los nietos !De Madre !

Es decir, que tengo “licencia” para hablar de cualquier tema porque ya tengo 50 años… Pero lo mas lindo es que si a alguien no le gusta, no me importa, yo sigo hablando lo que me de la gana…

!Que alegría!, ¡tremenda alegría!.. “¿Alegría?”

¿Realmente siento esa gran alegría?
Porque, señoras, pensándolo bien, llegar a los 50 años no es tarea nada fácil. ¿Ustedes saben lo que hay que andar para alcanzar los cincuenta? Y cuando una arriba a esa meta, ¿qué pasa? Nada. Sólo que has gastado más energías, que el que llega de primero en una carrera de maratón. Y, después, solo nos quedan los aplausos…

Cuando los cumplí, me puse a pensar: “Al fin llegué, estoy aquí. Y, sí, me siento satisfecha, llena de regocijo, orgullosa del deber cumplido, pero… !¿Con tremenda alegría?!”

“¡Coño! ¡Que son 50!”

Y allí mismo, en ese preciso momento, se me fue la fascinación y entré en pánico.

“Pero, Dios mío, ¿cómo fue que yo llegué a esta edad?, ¿Cómo es que ocurrió tan rápido? ¡Pero si parece que fue ayer cuando tenía 20!
“Yo creo que hay un error, porque mis hijas tienen….!Humm!, déjame ver, déjame sacar bien las cuentas. ¡Humm! ¡Hay Dios!, pues mira que sí. Porque yo la primera la tuve a los 19 años, más, tantos años de la segunda… dan… ¡Cincuenta! No hay dudas.

¡!WOW! ¡!!50 años!!!

Y me deprimí, me asusté, me sentí viejísima, comenzaron esos dolores en la espalda, que me tienen ¡jarrrrta! Pero que yo ni a “jodía” digo que son de ahora, yo proclamo a los cuatro vientos que sufro de esas dolencias desde que era jovencita ¡Mentiras! ¡Mentiras! ¡Y más ¡mentiras! Lo confieso ahora, se lo digo a ustedes, mis compatriotas de los ¡50!, a mí nunca me habían dolido ni las muelas… Todo ha sido después del último cumpleaños. Pero seguí dándole mente a tan delicado asunto. Y mientras tomaba conciencia de mi edad: ¡Mi madre, medio siglo!, me empezó a faltar el aire… a doler el pecho… arrancaron las taquicardias… Sentí arrugas por todas partes que salían una tras otra como en las películas de terror.

Entonces me acordé de la respiración profunda. Diez respiraciones profundas desde el plexo solar hasta la boca, según los manuales de yoga, te sacan de un fortísimo ataque de pánico… !Inhala!, ¡exhala!, ¡aspira!, ¡expele! Bota aire, traga, echa mas, así, así, así… Ok. Todo está saliendo bien. Y por fin logré tranquilizarme.

Y me dije: “Bueno, vamos a ver… ¿Cuál es el problema? ¿El medio siglo de vida? (Eso de medio siglo me aterra) En definitiva no tengo que andar por ahí contándole a la gente los años que tengo… tampoco así, eso no va conmigo.

“Además –seguí diciéndome llena de optimismo-, aquí, salvo cuando vas a una consulta médica, nadie te pregunta la edad. Tampoco existe quien se va a creer que tu vas a decir la edad verdadera, porque nadie lo hace, ni siquiera los hombres, y está bien que así sea” Y continué meditando mientras me acercaba –no lo niego-, con un poco de miedo, al espejo.

Decidida me paré medio a medio delante del enorme vidrio azogado que proyectó mi imagen de… ¡cincuenta años!, y contemplé a una mujer sin arrugas, que no se veía nada vieja, un poco gordita, eso sí, pero vieja no. Pero, además, no había mucho que se viera mal En fin, que me vi bien, no como cuando tenia 15, pero todavía estaba ‘durita… una mujer que aún daba la hora, je je je.

Y entonces pensé: “¿Quien puede decir que yo he cumplido los 50 años?… ¡Nadie!”
Y fue en ese preciso instante que se me quitó el dolor de espalda, de rodilla, del brazo, del cuello…

Y en ese momento -maravilloso y eterno-, quedé en un éxtasis imperecedero. Y aún bajo los efectos de ese embeleso de alegría, tomé la firme determinación de que siempre, siempre, y por siempre, cumpliría 40 años…